jueves, 8 de noviembre de 2007

Humano y actual


Soy el que descubrió que lo importante esta en la apariencia y no en la sustancia, el que encontró en el artículo el gran artificio. Soy el que se despoja del peso de la historia y la peste de lo real. Soy el que formatea la realidad a gusto y la convierte en chic. Amo a este mundo desprovisto del olor de la edad. Amo a este mundo postmoderno y multicultural donde puedo mezclar los estilos aplicando toda mi creatividad. Amo lo kitsch mientras hago zapping y como snacks, mientras salto de un videoclip a otro con la velocidad de un parpadeo. Soy el que disfruta el momento y escapa a la tradición. Porque es el presente lo único sólido. Porque es lo simple lo maravilloso. Porque ya no cabe la filosofía ni la meditación cuando enciendo el televisor, cuando exploto en el cine. Yo combino, yo superpongo, yo soy un collage. Yo soy el héroe en la victoria de la falsificación, el emancipado de lo real, el explotador de lo ficticio. El que descubrió que el mundo vale menos que su copia. El que no piensa en funcionalidad sino en estética. Soy el personaje principal de este gran teatro; de esta obra recreativa, aventurera, entretenida y maquillada. Soy el protagonista de este show. Soy un niño alegre, hiperactivo y hermoso. Soy un buen cliente y me enorgullezco. Soy una felicidad brillante entre tanto sufrimiento. Soy el que salva entreteniendo y escapando a la atracción del tiempo, a su peso y su extrema gravedad. Busco la satisfacción sin entregar nada a cambio. Me quiero porque soy lindo y lleno de satisfacción. Soy casi tan perfecto como el héroe del videojuego. El tiempo no pasa en mi apariencia ni en mi consciencia. Soy metrosexual, soy humano y actual.

(Basado en Vicente Verdú, “El estilo del mundo”, La vida en el capitalismo de ficción)

Desprendiéndome de la peste de lo real


Hermoso mundo el que nos ofrece el capitalismo de ficción. Un mundo que nos distrae, nos divierte, nos acelera, nos conecta, nos fascina y nos embellece. Despojados del peso de la historia, disfrutando del valor del momento tenemos, ahora, la fascinante posibilidad de crear nuestra propia realidad. Esa que no nos moleste, que nos brinde satisfacciones sin pedir mucho a cambio, que nos permite querernos a nosotros mismos más que a cualquier otra cosa, que nos da la maravillosa experiencia de volver a ser niños. Un mundo nuevo para un hombre nuevo. Para el que disfruta de ir al gimnasio y el spa; que frecuenta al estilista para arreglar su cabello, barba, bigote y uñas; que utiliza cosméticos y accesorios para caballero; que no escatima en gastar en ropa y calzado; un hombre que arregla el jardín, hace labores domésticas, atiende a sus hijos, llora en público, reconoce su miedos, expresa emociones y tiene conciencia ecológica sin dejar de frecuentar a los amigos en un bar para beber cerveza o para practicar algún deporte. Por fin este mundo nos da la posibilidad de conectarnos con nuestro lado femenino sin miedo de exteriorizarlo; de ser consumidores de cosméticos, revistas de diseño y ropa de moda. Por fin este mundo nos permite pensar en la depilación corporal, la humectación del cutis, la tinturación del cabello y la refinación del gusto como elementos esenciales de la expresión del ser. Todo con el más justificado fin que pueda tener un verdadero hombre en el mundo: seducir a una mujer.